
No existe una fórmula científica para detectar la mentira. No obstante, los estudiosos del lenguaje corporal se han dedicado a este tema y han identificado una serie de patrones que suelen repetirse cuando una persona miente.
Laaarga pausa
Ser honesto lleva un paso, mientras que mentir, al menos tres: el cerebro conoce la verdad, pero en lugar de decirla debe reprimirla para después confeccionar una mentira creíble.
Entonces, hecha una pregunta, puede olerse una mentira en una pausa demasiado larga antes de contestar. Preguntas como «¿Por qué me preguntas eso?» suelen ayudar a ganar tiempo y anteceder a una mentira recién inventada.
Pérdida de contacto visual

Las miradas revelan lo que las palabras se niegan a confesar. Y lo sabemos. Por eso es que cuando mentimos, solemos apartar la mirada de nuestro interlocutor.
Quienes mienten pueden llegar a mirar hacia arriba a la derecha, un gesto que suele asociarse al pensamiento creativo, en este caso, de mentiras.
Gesticulación enfática

Para convencer a sus interlocutores, un mentiroso suele caer en excesos. Así, compensa la falta de verdad con una gesticulación acentuada: movimiento dinámico de manos o un contacto visual constante, incluso sin pestañeos.
Lucha o huida

En la mayoría de las personas, mentir no resulta tan natural como decir la verdad. Esto significa que suele implicar una cuota de estrés adicional, que activa el mecanismo de lucha o huida del cuerpo.
Este se caracteriza por los siguiente síntomas: sequedad bucal, mayor sudoración corporal, aceleración del pulso y respiración superficial y entrecortada.
Lenguaje corporal incongruente
Un mentiroso infalible deberá mentir con cada partecita de su cuerpo. En este desafío titánico, las manos y los pies suelen ser los mayores puntos débiles. En general, el mentiroso inexperto no se da cuenta de cómo manejarlos. Como consecuencia, la postura de sus manos y pies no acompaña el mensaje que está transmitiendo.