
Ser un templario no era tarea sencilla. Además de proteger a los creyentes que peregrinaban hacia Jerusalén y trabajar para la red financiera más poderosa de la Europa medieval, debías adherirte a un estricto código de conducta. Este era el alto precio a pagar para ser un caballero de Dios.
Pobreza, castidad y obediencia ante todo

En el libro El reglamento de los templarios, puede leerse el código que regía la vida de los templarios hasta en el más mínimo detalle.
A la hora de comer
- Los templarios comían de a dos, es decir, compartían su plato con un compañero.
- Restringían su consumo de carne a tres veces por semana, dado que consideraban que su exceso corrompía el cuerpo. En Navidad podían romper esta regla.
Vestimenta austera
- Su vestimenta podía ser de un solo color: negro, marrón o blanco. Sus capas eran de este último, porque representaba la puridad y la completa castidad.
- No podían vestir prendas de animales en señal de humildad. Si algún templario mostraba señales de arrogancia en este sentido, debía recibir la peor vestimenta.
- Estaba prohibido el uso de calzado puntiagudo y lazos, pues estos objetos se asociaban al paganismo.
- La plata y el oro estaban vedados. No podían usar este material en los frenos de los caballos, estribos o espuelas, salvo que fueran tan viejas que su belleza fuera imperceptible.
La tentación femenina
- Las mujeres no podían entrar al templo, dado que se creía apartaban a los hombres del buen camino.
- Se consideraba que eran tan peligrosas que no podían mirarse al rostro, ni mucho menos tocarse. Por tanto, un templario no podía besar a una mujer, aun si era su hermana o madre.